CARREREANDO LA CHULETA
por Ronay González
Uno anda en la Roma, esquivando bicicletas, cafés hipsters y muros llenos de grafitis que cuestan más que una tela bordada en Zinacantán, y de pronto se topa con un lugar que huele a chipilín y café recién molido. Así es, compas: Chiapas plantó bandera en la Ciudad de México con la reapertura de Casa Chiapas, un rinconcito que grita: “aquí estamos y tenemos con qué presumir”.
El lugar no es nuevo, estuvo años abandonado, como esos tíos que prometen volver a la fiesta y nunca llegan. Pero hoy revive con fuerza, convertido en escaparate de lo que somos: un estado que se borda en cada textil, se ilumina en cada pieza de ámbar y se saborea en cada tamal de chipilín. Y no es exageración: uno entra y siente que en cualquier momento va a sonar la marimba en vivo o alguien va a ofrecer pozol en jícaras.
Los textiles de los Altos cuelgan en las paredes, recordándonos que lo que allá se hace no necesita pasarela de Milán para ser arte. El ámbar, resguardado por millones de años, brilla más que los anuncios de neón de la Roma. Y la gastronomía, ¡ay Dios!, esa es otra historia: probar un mole chiapaneco o un tasajo en pleno corazón chilango es como abrir una ventana a Tuxtla, San Cris o Tapachula sin subirse a un ADO.
Casa Chiapas es un punto de encuentro cultural en medio de la capital del país: un espacio donde se respira identidad, donde se tocan las raíces con las manos y donde cada visitante descubre que Chiapas no es sólo un destino turístico, es un universo vivo que se comparte.
Y ahí está lo que en verdad llena de orgullo: el rescate de estos espacios que hoy manifiestan la grandeza de nuestro estado. No es casualidad que este esfuerzo se concrete; responde al interés del gobernador Eduardo Ramírez y de su gobierno por impulsar estas manifestaciones que colocan a Chiapas en la vitrina cultural que merece. Porque un estado no sólo se construye con obras, también se engrandece proyectando su identidad, reconociendo su historia y mostrando con orgullo lo que somos.
Así que ya lo sabe, si anda en la Roma, déjese de frappés de 90 pesos y entre a Casa Chiapas. No va a salir con menos tráfico, pero sí con más orgullo. Porque al final, esta esquina no es sólo un edificio remodelado, es un recordatorio de que Chiapas no sólo se visita: se vive, se siente y, ahora también, se carretea. Agradezco sus comentarios a ronay.mx@gmail.com